martes, 2 de octubre de 2012

Betty Red: Imaginación desbocada

- ¡Hola, soy yo, D!
- Holaaaaaa.
- ¡A que no sabes lo que me ha pasado!
- No me digas más: te han dado plantón, ja, ja, ja...
- ¡Sí!


Betty conoció a D en el chat, un día en que se quedó compuesta y sin plan en medio de Madrid, con un atasco monumental por culpa de la Madrid Fashion Night y sin gana ninguna de volver a casa. Aparcó a un lado el coche y decidió entretenerse con el móvil. No hay mensajes, no hay whatsapp, no hay nadie en línea o es demasiado tarde para darle un toque a alguien. La pantalla tardaba mucho en refrescarse y la conexión iba extremadamente lenta. Imposible chatear. Entró en el foro y abrió por curiosidad un post que se llamaba "Quedar esta noche" o algo similar. Era un mensaje muy correcto, bien escrito y sin faltas. Eso ya es un punto. El perfil también. Parecía un chico agradable. Pero era demasiado joven. Por entretenerse, le escribió presentándose y diciéndole que si aún estaba por ahí y le apetecía quedar para tomar algo, que le contestara. Pero para nada más que unas copas, conocerse, reírse un rato y charlar. Para lo demás, no estaba de humor y además él era demasiado joven. Siguió cotilleando el foro, algún perfil de los que estaban conectados... Mientras, se puso a picar unos frutos secos de los que llevaba siempre en la guantera. "Tengo que proponerme no comprar más. Son un vicio, pero engordan un montón...". No vio nada interesante, y si lo había tampoco podría contestar fácilmente, así que desistió. Terminó hastiada de la lentitud de la conexión y prácticamente sin batería. Con la tontería había pasado casi una hora y el tráfico se había aligerado bastante, así que dejó el teléfono a un lado, arrancó el motor, puso la música a tope para animarse y dejó la bulliciosa ciudad atrás. Qué pena haber perdido una noche así, con las pocas oportunidades que tenía para salir...

Al día siguiente por la mañana se encontró un mensaje en su Inbox. "Hola, soy D. Siento no haber leído tu mensaje ayer porque me habría gustado conocerte".  A partir de ese momento entablaron una cierta relación "epistolar", si así se puede llamar a los mensajes por SMS, correo y whatsapp, pero ella dejó claro desde el principio que había demasiada diferencia de edad para su gusto, que no tenía en mente ir a ningún local con él y que de ahí no pasarían. "No hay problema, tranquila". Pero los dos reconocieron que se sentían a gusto y que les agradaba tener a alguien con quien poder mantener una conversación agradable de vez en cuando sin mayores pretensiones, que se sentían más cómplices y tenían más confianza que si fuera de otra manera.

Curiosamente, el día que recibió este último mensaje, también a ella le habían dado plantón, y cuando él reconoció que le había pasado lo mismo y que se sentía fatal, acordaron resarcirse saliendo a tomar algo juntos. Solo de copas. "Ellos (los otros) se lo pierden." Así lo hicieron. Efectivamente él resultaba demasiado joven y las diferencias eran evidentes; pero puesto que ya llevaban muchas horas de conversaciones no fue difícil congeniar una vez que se conocieron en persona. La verdad es que las relaciones a través de las redes sociales desvirtúan mucho la imagen de una persona, o más bien la idealizan, así que es preferible no alargarlo demasiado porque si no, con no poca frecuencia, el encuentro real tan largamente esperado podría estar abocado a la decepción o la frustración. Pero en este caso no fue así. Además ninguno de los dos se había hecho ningún tipo de expectativas respecto a cómo terminaría la noche. Al menos Betty.

El pub en el que quedaron resultó ser muy acogedor. Estaba decorado como si se tratara de un salón con varios ambientes, sofás de distintos tipos que invitaban a reclinarse y ponerse cómodos, muebles de madera, la mayoría rústicos, lámparas de mesa y luces indirectas  que suavizaban el ambiente y le daban el toque hogareño que invitaba a relajarse y a sentirse como en casa. Fueron los primeros en llegar y tuvieron que poner la música para ellos. Ambos pidieron un ron con cola y escogieron un rincón situado junto a la puerta de entrada y frente a los aseos. Estuvieron hablando un buen rato y dejaron que el alcohol soltara la lengua y las risas, embriagara el ingenio y la complicidad. Era lo que necesitaban los dos y en ese sentido sus expectativas estaban más que superadas. "En confianza, no me esperaba que estuvieras tan bien... Tienes unos ojos preciosos" "¡Zalamero! No sigas por ahí que no vas a llegar a ningún lado, lo sabes de sobra... Pero gracias, es agradable que te digan cosas bonitas sin dobles intenciones, ja, ja, ja." Pero la mente de los dos se fue llenando de deseos semiocultos y de alguna manera compartidos. Si no se hubieran hecho el firme propósito de mantenerse en su idea inicial de "una copa y nada más", ella se habría acomodado en el sofá junto a él, él se habría inclinado sobre ella y la habría besado, nerviosos los dos y atentos en todo momento a si entraba alguien o no.

"Perdonad, ¿os importa pagarme la copa ahora y así me quedo en la planta baja y os dejo a vuestro aire?"

Les sobresaltó la aparición repentina de la camarera y les dio la risa por el hecho de que la sugerencia hubiera partido de ella y no de ellos. Ruborizados ambos, le sonrieron y le pagaron mientras ella les guiñaba un ojo. Justo cuando iba a salir entró una pareja, pero se fue al otro lado de la barra, lejos de su vista, y una vez les hubo atendido, bajó las escaleras. Solos de nuevo, se miraron aún ruborizados y sus mentes se vieron inundadas súbitamente de sensaciones de piel ardiendo en la yema de los dedos, lenguas entremezclándose y labios fusionándose. "Me encanta el rubor de tus mejillas, te favorece..." Se echó a reír y le dio un casto beso lejos de los labios. Sus mentes iban por libre. En ellas, sus cuerpos se aprisionarían el uno contra el otro pero seguirían pendientes de una sorpresiva intromisión en su deseo. Una mirada al aseo sería más que suficiente para saber qué deseaba el uno del otro. Nadie les vería entrar allí, no hacía falta ni que fueran por separado. Los espejos en el frente y en los laterales crearían una composición cubista de la escena. No sería necesario ni que ella se despojara del vestido, cuyo escote y vaporosidad harían fácilmente accesibles las partes de su anatomía más deseadas y erógenas. Luego, de frente al espejo, la contemplación desde otro ángulo de los fotogramas partidos harían difíciles de distinguir manos, dedos y brazos de uno y otro. Él tendría que tapar con la mano los jadeos apenas sofocados de ella para evitar el riesgo de que los oídos extrañados y divertidos del otro lado de la puerta intuyeran lo que estaba pasando ahí dentro. Eso aumentaría aún más la excitación morbosa de ambos hasta alcanzar el clímax. Él seguiría pendiente de si les veían salir juntos de allí o adivinarían lo que estaba pasando dentro. Ella se sorprendió: "Y si sucediera, ¿qué más da? Nos reímos, recogemos nuestras cosas y nos vamos. Punto. No tenemos quince años, no nos van a castigar ni a llamar a nuestros padres, no estamos en el bar del pueblo donde nos conocen, ¡y además no hay nadie más aquí!" No paraban de reír ante la imagen que se pintaba ante sus ojos. "Anda, vámonos a dar un paseo que este sofá incita a... " "¿A qué...?" "¡A echarse una siesta, tontina, ja, ja, ja!".

Decidieron volver al coche dando un rodeo para que se pasara el efecto de la copa. Tenían claro que a un local no irían, no habían quedado para eso. No se trataba de eso. Mientras paseaban, eso sí se permitieron hacerlo abrazados o de la mano, jugaban a descubrir lugares ocultos donde una pareja podría tener un escarceo con el morbo de hacerlo en un lugar público, pero suficientemente oculto de las miradas de los transeúntes o vecinos. A esas horas, de hecho, no se cruzaron con nadie. De repente vieron una puerta de acceso a un garaje abierta, la rampa de bajada y la entrada al parking en penumbra. Bajaron por la rampa y se descubrieron pensando que ese sería uno de esos sitios idóneos. De pie, en la penumbra, sin que se les pudiera ver desde la calle y con el riesgo de que en cualquier momento un vecino los descubriera acaramelados y distraidos al entrar o salir con el coche. Los sonidos y jadeos incontenibles harían imperativo taparle de nuevo la boca a ella y solo podrían hacerlo de pie, él sujetándola contra la pared y ella rodeando la cintura de él con sus piernas. Ahora serían los jadeos de él los más audibles por el eco que hacían las paredes del garaje. De repente se encendió una luz al fondo y se apresuraron a subir corriendo la rampa aguantándose la risa, sofocados y acalorados. "Qué vergüenza, si nos pillan no sé si pensarían que estábamos haciendo algo o que éramos ladrones." "Pensarían lo mismo que esos tres que nos han visto salir y no paran de mirarnos con más bien poco disimulo desde el otro lado de la calle." "Pues dejemos que piensen lo que quieran..."

Cuando llegaron al coche, tardaron un rato en arrancar. No veían la hora de irse. Se estaba a gusto allí dentro con las ventanillas bajadas y dejando que la brisa nocturna les acariciara y atemperara. "Tengo unas coca-colas en el coche, ¿y si vamos a algún sitio bonito y tranquilo, aparcamos y seguimos charlando tranquilamente? Estoy muy a gusto contigo, y ya me he desvelado, podemos seguir charlando." "Vale, conozco un PAU por aquí cerca que seguro que tiene algún parque agradable donde sentarse." Comenzaron a dar vueltas con el coche pero resultó que en la mayoría de los sitios la iluminación era excesiva para sus cansadas y adormecidas retinas. En el único sitio que les pareció apropiado no había ningún banco donde sentarse, así que decidieron quedarse dentro del coche con las ventanillas abiertas, los asientos algo reclinados y los pies apoyados en el salpicadero. A los pocos segundos, se acercó otro coche, casualmente del mismo modelo  que el suyo, y se situó detrás de ellos. Enseguida adivinaron que le habían robado la idea o el sitio a otra pareja. Hablaron de que realmente sería un sitio ideal para esas parejas que no tienen más remedio que recurrir al coche como último recurso y jugaron a adivinar lo que esa otra pareja estaría haciendo en el coche en cada momento, si verían el coche comenzar a balancearse de un momento a otro como en el anuncio y si se bajarían para pasar a los asientos de atrás o no. De nuevo entre risas y bromas, su indómita imaginación les arrastró al borde del erotismo y la pasión, vislumbrando la posibilidad de que, amparados por la penumbra y la falta de iluminación nocturna, se despojaran de su ropa en el asiento de atrás y, con ella sentada encima, él pudiera cubrir de húmedos besos sus firmes senos, recorrer con sus dedos su columna para sentir como se electriza y se excita mientras sus propias pulsiones pugnan por escaparse de su prisión y conquistarla para hacerla suya. El aire cálido cargado del olor y humedad del sexo de ella y las feromonas incontrolables de él escaparía entre los jadeos, ya sin necesidad de contención alguna, por las ventanillas abiertas. "Necesito beber algo." "Sí, yo también tengo mucha sed..." "No sé qué me pasa, siento como si tuviera fiebre". Él sonríe. "¿Ves como no hace falta ir a un local ni estar pensando siempre en lo mismo cuando quedas con alguien? Se puede salir solo a tomar una copa sin perder el control..." "Mmmmmmmmmm"

Arrancaron el motor y se alejaron de allí despacio, con las ventanillas bajadas para que la brisa enfriara el sudor en su piel, entre risas y miradas picantes, saciada su sed y alimentada su imaginación desbocada.

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