domingo, 18 de noviembre de 2012

Lys Green: Novatos, decididos y... nerviosos

[Refundido de El mundo amarillo de P]

Especialmente dedicado a aquellas parejas "novatas" que por fin se atreven a dar el paso pero no caben en sí de puro nervio...


MARTES **************

- ¡Hola, mi niña!

- ¡Qué tal, guapísima!

- Oye, una preguntita, ¿al final cuándo quedamos en que venías a mi casa?

- Llego este viernes, ¿me venís a recoger a la estación?

- [… ] Este viernes… ¿Este viernes???? Vaya…

- ¿Qué pasa?

- No, nada, nada… Que sí, claro que te recogemos y luego nos vamos por ahí a tomar algo. Es solo que no recordaba que el sábado por la tarde teníamos otros planes y me sabe mal dejarte sola y… bueno… que si pudieras quedar con tus amigos para ese día y quedarte a dormir allí, nos vendría mejor y así no te quedas sola… [pero tampoco puedo invitarte a que vengas con nosotros…]


- Justo ese día no están, pero tú tranqui, yo hago mi vida…

- No es eso, es que de verdad me sabe mal dejarte sola [ay, ay, chica, es que no sé qué explicación darte, qué vergüenza, a ver cómo salgo de esta] Es que bueno… queríamos ir a un sitio [uy uy uy, a ver cómo sorteo este escollo], y lo llevamos hablando mucho tiempo y nos habíamos puesto esta fecha, y si no vamos ahora ya no iremos. Yo es que o voy ahora o sé que no iré nunca, porque no sé cuánto me va a durar este estado de euforia… [eso es cierto, si lo pienso un poco más o descubro que es el efecto de la medicación, seguramente me echaré para atrás o no querré ir…]

Así, insustancial, comienza una de nuestras charlas, aparentemente sin fundamento, entre P y yo. Y así discurren mis pensamientos mientras intento salir del berenjenal que yo solita me he ido labrando con esas ideas locas que últimamente pasan por mi cabeza. Al final le digo con casi todas las letras que quiero conocer (solo entrar y salir) un local liberal, pura curiosidad, y que me ha costado horrores convencer a mi contrario [ocasional]....

Silencio. Se ha escandalizado, claro.

- ¿A un local liberal? ¿Sabes lo que es eso?

- Pueeeees… una especie de pub, bueno, lo he mirado en Internet, no pienses mal, es q…

- ¡Ya, ya, ya! No quería decir que si lo sabes, sino si has estado antes alguna vez o sabes de qué va la vaina…

- ¡Claro que no!!

- ¡¡PUES YO SÍIIIII!!! ¡Tienes que ir!! Te va a encantar! [Hombre, “encantar” no es la palabra que yo habría usado…] Es toda una experiencia y hay que vivirla o al menos verlo, te lo recomiendo de verdad. ¡Yo he estado ya en algunos!

¡Flipa mandarinas! La boca me llega al suelo y recojo la lengua enrollándola como en los dibujos animados. No puedo articular palabra, su energía y su explosión de entusiasmo me superan y me rompe todos los esquemas. Los hace añicos, los pulveriza.

- De hecho, en varios… las primeras veces [¿¿las primeras veces?? ¿Cuántas??? Y yo que había entendido que era muy modosita, casi monja…] no hice nada, incluso fui de día mientras lo limpiaban, mi pareja solo quería que lo viera y no quería asustarme, ya sabes que yo soy muy recatada y que mi marido ni siquiera me veía desnuda, todo a oscuras y bajo las sábanas… [No me cuadra eso…]



Incluso en el jacuzzi, cuando por fin me atreví me metí en bikini… [Ah, vaya, así que no soy tan rara….].¿ Y adónde pensáis ir?? Me encantaría ir con vosotros!!!
[Eeeeeeh… ¿Con nosotros? ¿Los tres juntos? ¿Cómo-cuándo-cuálo, me lo expliqueeee?]

VIERNES ***************

"A ver, cómo va esto porque yo no me entero. Vosotras lleváis toda la semana hablando y a mí me da mucho palo, ¿estáis seguras de querer ir los tres juntos al local? ¿Y a cuál vamos a ir? Yo no estoy nada convencido de esto..."
"Lo sabemos, tranquilo, precisamente lo que dice P es que ella sí que ha estado y que no es para tanto y es mejor ir con alguien que lo conozca. Y a ella le apetece venir. Que no te dé vergüenza que para eso lo estamos hablando, que ella nos cuente y luego decidimos, ¿vale? Si no estás convencido no vamos y punto, no pasa nada."
P está deseando empezar a hablar de esto, y repite para él lo que ya me había contado a mí por teléfono. "Yo he ido en varias ocasiones a distintos locales, pero la primera vez lo vi de día y con las luces encendidas; la siguiente ya con ambiente, pero prácticamente estábamos solos en todo el local y además no hice nada de nada, solo mirar. Yo soy muy pudorosa, tened en cuenta que ni mi marido me veía desnuda, así que es algo totalmente opuesto a lo que yo había vivido hasta entonces y me costó asimilarlo. Para que veáis, la primera vez que me atreví a meterme en un jacuzzi con más gente lo hice con biquini y si os digo la verdad, me sentí un poco ridícula. Cada uno va a su ritmo. Pero vale la pena verlo, es como si estuvieras viendo una película. Cuando ya lo has visto una o dos veces y lo asimilas, te das cuenta de que no era para tanto. Casi siempre te quedan ganas de repetir por darle otra oportunidad, aunque la primera vez te choque. Es una experiencia interesante, te replanteas muchas cosas y se te quita mucha tontería de la cabeza. De verdad, tenéis que ir, es una experiencia que hay que vivir. ¡Animaos!"

Hablaba con entusiasmo y como si fuera lo más natural del mundo, como si se tratara de ir al circo o de tirarse en paracaídas. En cierto modo, algo había de eso. Sentíamos que nos estábamos subiendo a un avión para luego saltar al vacío. Solo de pensarlo se nos ponía la piel de gallina y notábamos mariposas en el estómago. No paramos de bombardearla a preguntas y una vez convencidos de ir, empezamos a planificar cómo iríamos, a qué local y un millón de detalles más que en realidad nos preocupan más a nosotras que a ellos: qué se lleva puesto, si la gente va desnuda, si te dan ahí los preservativos, y si tienes hambre dan algún tentempié, si hay reservados donde encerrarse, si hay duchas...
P  y Lys decidieron que lo mejor era elaborar una lista de preguntas y llamar a los locales que más les habían gustado de los que encontraron por Internet. P estaba entusiasmada, pero por otro lado le preocupaba que si ella iba como chica sola y nosotros como pareja, se aburriría, y que ya puestos, lo suyo sería que hubiera chicos con los que "entretenerse". Le aseguré que con ir a verlo nosotros nos conformábamos y que no teníamos intención de dejarla sola ni mucho menos, especialmente después del detalle de ofrecerse a hacernos de guía y orientarnos sobre esto. Mil preguntas nos rondaron la cabeza, pero una vez centrados, hicimos una tabla donde marcábamos o anotábamos lo siguiente:

- Zona y dirección?
- Horario?
- Tarifa para pareja?
- Tarifa chica sola?
- Incluye consumiciones?
- Precio consumiciones?
- Mejor hora para llegar la primera vez y verlo?
- Parking?
- Relaciones públicas?
- Reservados? Cuántos? Se pueden cerrar?
- Pueden entrar chicos solos ese día?
- Vestimenta (desnudo, ropa interior, normal...)
- Zona nudista?
- Tentempié?
- Preservativos?
- Guardarropa?
- Toallas, sábanas, chanclas?
- Gel (lubricante o masaje)
- Otras instalaciones?
- Zona de contacto con chicos u otras parejas?
- Mazmorra?
- Cuarto oscuro?
- Pasillo francés?

"¿Y eso qué es?"

Empezó a contarnos cuál es la mecánica habitual en los locales y la escuchábamos absortos porque, aunque yo ya había visto algo en los reportajes televisivos, me seguía pareciendo algo propio de un mundo algo turbio, sectario e irreal. Nos lo explicó a partir de las fotos que se mostraban en las páginas web. Donde nosotros solo veíamos una barra de bar y asientos con mesitas, ella describía una zona de contacto entre parejas o con chicos solos, y una máscara veneciana y un pequeño látigo de varias puntas entre los licores, tras la barra, nos permitieron atisbar algunas de las fantasías representadas por sus usuarios; en un pasillo oscuro sin mayor interés nos señaló los agujeros en el tabique contiguo donde manos y miembros sin cuerpo se asomarían con avidez en busca de carnes o bocas anónimas; una pista de baile rodeada de asientos era una barra vertical para bailes eróticos donde despojarse de prendas y pudor o disfrutar del exhibicionismo de una espontánea showgirl o stripper; una zona de divanes entre cortinas o con aspecto chill-out junto a un jacuzzi era la zona nudista donde las parejas se dejan arrastrar impúdicas por pasiones propias y ajenas; una sala tenuemente iluminada para la foto con un diván corrido y una ventana de cristal era el cuarto oscuro para desenfrenos anónimos y manos aventureras, y una pantalla de televisión mostraba en más pulgadas de las deseables escenas de alto octanaje en sesión continua; una gran equis adornando una pared tras unas rejas permitía adivinar unas correas que invitaban a probar la seducción del bondage, y así sucesivamente.

Se sentían fascinados, aturdidos y abrumados por esa nueva perspectiva de lo que no habían sabido ver las mil veces que sus ojos recorrieron aquellas imágenes, pero sobre todo por el entusiasmo con el que P, la dulce P, la aparentemente ingenua P, a quien su exmarido nunca había visto desnuda a la luz del día, y que cambiaba su toalla de sitio en la playa cuando una chica hacía top-less a su lado, describía lo que para ellos era un mundo hasta entonces prohibido, tabú, casi sinónimo de perversión y desenfreno, de frivolidad y desvergonzonería, el vacío al que saltar con el paracaídas tras una decisión irreflexiva y contraria a sus hasta entonces rígidos principios morales. Incapaces de asimilarlo aún, pero decididos a seguir adelante, comenzaron a llamar a los números que habían apuntado para completar la tabla y así elegir el sitio más apropiado.

El primer escollo con el que se toparon fue que en todos los locales el sábado era el día para parejas solas.

"Pues a ver qué hacemos, porque me veo leyendo un libro mientras vosotros os lo pasáis en grande a mi lado o todo el mundo a mi alrededor se divierte, jajaja, y no voy a ir de sujetavelas vuestra, jajaja".
"Que no, mujer, que no te preocupes, con entrar y verlo nos conformamos, si no creo que yo me atreva a nada, ni a desnudarme siquiera, y este ya le ves, tiembla como un flan solo de pensarlo". Eso significa que no había posibilidad de que P encontrara un partenaire para "entretenerse".
"¿Y qué hacemos?"
Buscaron alternativas: "¿Y si buscamos a alguien?"
"Pero no es fácil, quedar con alguien sin conocerle aunque no haya compromiso, si luego no hay feeling..."
"Pues queda con cuatro o cinco a la vez antes de entrar y hacemos un casting, jajajaja". No parábamos de reírnos todo el tiempo. El hecho solo de hablar de estos temas ya nos resultaba excitante. Pero casi todo lo hablábamos nosotras, él parecía estar en una nube y le costaba seguirnos. No parecía muy convencido.
"Bueno, nunca he probado a hacerlo con una pareja, a lo mejor va siendo hora de hacerlo por primera vez, jajaja"
"¿Un trío?"
"Sí, ¿por qué no?"
"¡Un trío, jajaja!"
"Pues para hacer un trío con otra pareja y que lo disfrute otro tío, lo haces con nosotros...", interviene él por primera vez en toda la tarde.
Silencio repentino. Miradas interrogadoras.
"Pues vale, si no os importa a vosotros, por mí, bien..."

Ni recuerdo cómo siguió la cosa, pero antes que pararnos a pensarlo dos veces decidimos lanzarnos de cabeza. No fuera que nos echáramos para atrás, con lo difícil que es llegar a este punto. De repente estábamos hablando de cómo organizarnos, qué suponía eso, si a mí me importaría que mi amigo con derecho a roce, pero que venía en calidad de pareja mía, estuviera conmigo y con otra, qué pasaría si alguno se echaba atrás, cómo perder la vergüenza o romper el hielo para empezar, sobre todo entre ellos dos, qué estábamos dispuestos a hacer y qué no cada uno... Y así otras mil preguntas. Si nos hubieran pagado un euro por cada una de las dudas, preguntas y repreguntas que surgieron esa noche, seríamos millonarios. Al final, acordamos romper el hielo con un juego.
Esa noche no pudimos ni dormir de la excitación. No solo hablábamos de visitar un local juntos sino de hacer un trío. No es que diéramos un salto desde el avión, ¡es que al llegar al suelo pretendíamos correr la maratón también! Pero estábamos decididos y no nos dimos tregua.
SÁBADO **************************************************

Al levantarnos casi a mediodía nos entretuvimos diseñando un juego erótico con el que romperíamos el hielo. El solo hecho de hacerlo, pensarlo, y participar los tres en su confección con preguntas y pruebas cargadas de erotismo y sexualidad, ya nos servía para descargar los nervios, perder la vergüenza e ir entonándonos. Empezamos a hablar abiertamente de todo y el ambiente era cada vez más cómodo y distendido.

También fue divertida y relajante la preparación y el acicalamiento. Él, que en pocos minutos ya estaba duchado, vestido y dispuesto, hasta se permitió echarse una siestecita mientras nos arreglábamos. "Eso, tú duerme, que así vas reponiendo fuerzas".
Para nosotras fue especialmente divertido, casi un juego. Abrimos armarios, cajones y maletas y la habitación terminó llena de prendas, picardías, vestidos, tacones, tangas y lencería de todo tipo. Aquello parecía el probador de Zara en rebajas. Decidimos ponernos las dos un sujetador con tanga y liguero, medias de rejilla y un picardías debajo del vestido, para ir quitando prendas si se tercia en plan cebolla. Vestidito minifaldero y tacones altos. No parábamos de parlotear y reír mientras nos maquillábamos, nos peinábamos, nos pintábamos o nos retocábamos por enésima vez; nos mirábamos en el espejo y de arriba abajo la una a la otra mientras cambiábamos de vestido o de zapatos, como si acabáramos de volver de hacer compras, estuviéramos intercambiando ropa entre amigas, o nos arregláramos para salir de copas como una noche cualquiera. Pero esa sin duda no sería una noche más. La complicidad era máxima, nos sentíamos la una como una extensión de la otra, y más que envidia sentíamos admiración por lo que nos gustaba de la otra. Nos sentíamos sexys, nos parecía que nos comeríamos el mundo y que esa noche no se nos resistiría nadie si nos lo proponíamos. Lo sorprendente es que en ningún momento, ni antes ni después, nos vimos como un objeto de deseo ni pensábamos en lo que haríamos o habríamos hecho al cabo de unas pocas horas y unas cuantas copas.

Cuando por fin abrimos la puerta del salón, él se quedó mudo, no sé si porque realmente le gustaba lo que veía o por la certidumbre de que ya no había vuelta atrás, que esas dos chicas se habían arreglado así para que él pudiese satisfacer una fantasía que todos los hombres heterosexuales, sin excepción, sueñan con hacer realidad alguna vez en su vida. Y el que diga lo contrario, miente descaradamente.


HORA H ******************************************

Era medianoche cuando por fin encontramos un sitio para aparcar. Antes de bajar del coche, nos quedamos un rato sentados dentro, para darnos una última oportunidad de echarnos para atrás. Entre risitas nerviosas, una lata a medio beber de RedBull, un mechero que cayó bajo el coche del bolsillo de una cazadora, y un tacón que se enganchó con el cinturón de seguridad, conseguimos por fin arrancar.

La calle estaba prácticamente vacía, salvo por una pareja y el portero que fumaban en la calle, los cuales nos hicieron sospechar que probablemente esa entrada oscura, sin iluminación y sin cartel llamativo, fuera el sitio que buscábamos. P entró decidida y la seguimos dejando caer un tímido "Buenas noches" al portero, que nos devolvió el saludo y abrió la puerta para que pasáramos. Nos cruzamos con un hombre cano, pequeño y con una sonrisa de oreja a oreja que salía de la mano de una espectacular mulata de metro noventa vestida de llamativo añil. En una fracción de segundo advertimos que con toda probabilidad los siliconados atributos femeninos pugnaban con los masculinos por hacerse un hueco dentro del escaso vestido en el que iba embuchada. En fin, para gustos pintan colores. Pero dentro de nuestra limitada experiencia de la vida e influidos sin duda por nuestros prejuicios, el chico y yo nos miramos con la misma mirada significativa. Si eso era representativo del ambiente que nos íbamos a encontrar dentro, menudo plan. P ni se inmutó y se fue directa al guardarropa, donde se pagaba la entrada, mientras nosotros, como luego supimos, pensábamos para nuestros adentros "¿En qué antro nos estamos metiendo?" Por supuesto, no nos atrevimos ni a abrir la boca.
Superada la entrada, accedimos a la zona de bar, donde las parejas establecen contacto. Una cosa es verlo en la página web, con las estancias iluminadas para la foto, despobladas, estáticas y silenciosas, y otra muy distinta estar metido ahí, rodeado de gente y con ambiente, sin apenas luz. Varios sofás y butacas en torno a  unas mesitas bajas jalonaban las paredes. Dos camareros trajinaban de un lado para otro tras la sinuosa barra. Con desenvoltura, P le comentó a uno de ellos (que por cierto no estaba nada mal) que era la primera vez que íbamos y preguntó si había relaciones públicas para enseñarnos el local. "Yo mismo, seguidme".  Guiados por él visitamos las instalaciones, mientras nos cruzábamos con parejas que deambulaban con la copa en la mano, completamente vestidos o con toallas.  Aún era pronto. "Aquí tenéis una zona de copas... Tras esas rejas se sitúan los chicos cuando vienen solos, hoy es día de parejas... Dos pequeños reservados... Aquí están las taquillas... Este es el pasillo francés... Si necesitáis salir a fumar podéis usar esta puerta..." Yo no me enteraba de nada. Aferré la mano de mi amigo y de P y no los solté en todo el recorrido.  A pesar de estar completamente vestidos, nosotras todas monas con nuestros vestiditos, tacones y el pelo recogido en una coleta, casi podía sentir como varios pares de ojos con los que nos cruzamos nos desnudaban sin el menor reparo con miradas como poco insinuantes. Gracias al cielo o al infierno, me es indiferente, no aprecié lascivia en ellas, o hubiera salido corriendo. Y no todas eran miradas masculinas. Eso sí que me llamó la atención.

Algunos lugares de paso eran muy estrechos y la gente parecía moverse a cámara lenta. Con no poca frecuencia, unas manos se acercaban como flotando en el éter para rozar mi brazo o la cintura de P. Ella los miraba descarada y se reía como una niña a la que invitan a participar en una travesura. "Este es el jacuzzi; en las taquillas hay chanclas; la llave y las toallas las podéis pedir en la entrada, dejando un depósito...". Unos escalones permitían acceder al jacuzzi, que estaba en el centro de la estancia, y unos sofás semicirculares con su correspondiente mesita permitían dedicarse a la contemplación, desde lo alto, de lo que pasaba tanto en el agua burbujeante como en el pasillo circundante, donde unos anchos divanes corridos comenzaban a poblarse de sábanas blancas desechables y parejas desnudas que no parecían enterarse de lo que sucedía a un palmo de ellos, o por el contrario se dejaban arrollar por las caricias de las manos que se extendían entre unos y otros creando un continuum de cuerpos conectados. Mucho menos se enteraban de que estábamos pasando a su lado como quien recorre las salas de una pinacoteca, sobrepasados por las escenas nebulosas que se sucedían ante nuestra mirada aturdida. Los gemidos se entrelazaban con las sombras de piel desnuda y no pude evitar pensar, al recordarlo más tarde, en una película porno de esas que aborrezco. Sin embargo, en ese momento, no recuerdo siquiera haber pensado. Solo era espectadora obnubilada y despegada de cuanto sucedía a mi alrededor. No me sentía parte de ello, y no entendía cómo era posible disfrutar de tener conciencia de tu cuerpo y al mismo tiempo del de los demás sin que tu mente se cortocircuitara. Era como estar en un simulador, y me parecía que en cualquier momento se encenderían las luces, se abriría una puerta y saldríamos al exterior en cualquier otro punto de la ciudad, frotándonos los ojos. Los jadeos y el murmullo del baño de burbujas se solapaban con la música de fondo y adormecían mis sentidos.  Todos los pasillos, sofás y rincones tenían formas sinuosas y serpenteantes y evocaban el ambiente oceánico y los camarotes de un submarino; las paredes salpicadas de ojos de buey permitían espiar los rincones más ocultos de ese mundo mágico e irreal. Pero me sentía incapaz de apreciar tales sutilezas. Apenas sí sabía dónde estaba y me dejaba arrastrar por mis acompañantes, anulada toda capacidad de orientación y decisión. Demasiados estímulos visuales y auditivos saturaban mis sentidos.

"Aquí tenéis dos reservados, pero ahora no podemos verlos, parece que hay alguien dentro". Los anoté mentalmente como refugio potencial. Cuando terminó el recorrido y volvimos a la barra, nos mirábamos aturdidos, pero por suerte ahí estaba P para traernos a la realidad. Parecía fascinada. "Chicos, ¿queréis que miremos a ver si hay un reservado libre ya?" No hizo falta que nos lo repitiera dos veces. Un pequeño oasis de vacío sensorial era justo lo que necesitábamos. Por suerte, había uno libre. Por desgracia, no tenían cerrojo. "Confiemos en que no entre nadie, je, je, je". Tras unos minutos de charla tomándonos nuestras respectivas copas decidimos que era el momento de empezar el juego, que para eso habíamos ido allí, ¿no?

- ¿Os apetece? Ja, ja, ja...
- ¡No, si quieres nos vamos!
- Calla, con lo que ha costado la entrada y el mal trago que ya hemos pasado, esto hay que amortizarlo, je, je, je..
- Chicas, yo no estoy seguro...
- ¡Aguafiestas!
- Ja, ja, ja...
- ¿No hace mucho calor aquí? La verdad es que nos podíamos poner cómodas, nosotras al menos, que para eso venimos como cebollas... ¿Te parece que nos quedemos con el picardías?
- Ah, ¿es que traéis picardías debajo del vestido? ¿Y nada más?
Sonrisa de oreja a oreja... Nos quitamos el vestido y él se quedó solo con el slip, pero seguía haciendo mucho calor aún para nosotras.
- Bueno, pensando en el juego de las prendas, nos habíamos puesto un montón de cosas monísimas pero ahora me sobra la mitad, ¡parecemos monjas!
- Si queréis os quito yo los picardías, ja, ja, ja...
- Uf, si es que también llevamos un culotte y debajo un tanga, ja, ja, ja...
- Je, je, je...
- ¿Y si empezamos directamente con menos ropa? Yo ya estoy sudando...
- Eso, lo del tanga y el sujetador, y las medias con liga ya me gusta, ja, ja, ja...

P se recogió su melena de tres tonos en un moño, estaba radiante, a pesar de la poca luz del reservado. Nos habíamos echado una crema "iluminadora" que hacía brillar ligeramente nuestra piel, y por la cara que puso él mientras deslizábamos los picardías por encima de nuestra cabeza, el efecto debía ser bastante llamativo. Nos miraba entre extasiado y petrificado. Parecía que necesitaría un desfibrilador cuando nos quitamos los culottes entre risitas y miradas de complicidad. Creo que las vistas no debían de parecerle nada mal.

- Oye, que en la playa enseñamos más, ¿por qué no nos quitamos ya el sujetador?
- Bueno, a mí me ha visto montones de veces, si a ti no te da palo...
- Es que me molesta, ja, ja, ja...
- Entonces no pongas excusas tontas, te lo quitas y punto, je, je, je...

Bueno, si a mí me suelen decir que tengo unos pechos naturales, bastante bonitos y firmes, especialmente para mi edad, y ni muy grandes ni desde luego pequeños, lo suyo ya era indescriptible. ¡Hasta me lo pareció a mí que soy chica! Noté que él se había quedado tan impresionado como yo. Según nos dijo después, pensó que ni en sus mejores sueños imaginó que estaría nunca con dos mujeres como nosotras.

- Que estarías nunca con dos mujeres a la vez. ¡Punto! Ja, ja, ja...
- A ver, empezamos con las fichas verdes, haz tú los honores que para eso eres el chico. Sus dedos parecían de mantequilla cuando cogió una ficha y se quedó mirándola un rato, luego nos miró a la una primero y a la otra después. Estaba como en trance.
- ¿Qué pone? Nos tienes en ascuas...
- ¿Eh? ¿El qué?
- ¡La ficha, tonto! Ja, ja, ja...
- Ah!... Pues.. No sé... No hay luz suficiente...

Casi nos da un ataque de risa, estaba tan paralizado por los nervios que no sabía ni qué hacer.
- A ver, con el mechero.
- Leo: "Los otros dos deben cubrir tu torso desnudo con nata y lamerla".
- Ja, ja, ja.... ¡Eso lo escribiste tú, seguro!
- Pues te va a salir mal porque con el vello del pecho se te va a hacer un pastiche....

Así, entre bromas, le hicimos echarse sobre la sábana y recorrimos su cuerpo cubriéndolo parcialmente de nata, pero no todo porque luego nos tocaría a nosotras comerla. El pecho, el vientre, el ombligo... Cuando llegamos al slip hicimos el amago de meter el bote por debajo y se ilusionó, pero riéndonos de su cara continuamos con un pequeño toque por los muslos. No queríamos abusar... A él le habría gustado, pero tendría que esperar. De repente nos dimos cuenta de que alguien descorría ligeramente la puerta, así que me giré y sin siquiera ver a la persona que miraba por el resquicio, la volví a correr. Comenzamos a lamer lentamente la nata sobre su piel y él cerró los ojos dejándose arrastrar por las sensaciones que le transmitíamos.

El ojo de buey sobre nuestras cabezas nos acercaba las voces acarameladas y el sonido de los hielos contra el cristal de la barra. Daba la impresión de que en cualquier momento unos ojos indiscretos se asomarían desde lo alto y se pondrían a mirarnos. Así que repartíamos nuestra atención entre la nata, la detección de posibles mirones y los sonidos a nuestras espaldas. No parábamos de mirar de refilón hacia el ventanuco ni de girar la cabeza; cuando no la una, la otra. Estábamos casi más pendientes de si alguien descorría o no la puerta que de ninguna otra cosa. Difícil relajarse así. Decidí cerrar los ojos como le vi hacer a ella y en un momento dado nuestras lenguas se rozaron y nos volvimos a reír. "Chicas, así no hay quien se concentre... Aquí queda un poquito de nata..." Pensé que en cualquier momento, como en el chiste, alguien gritaría "Oooooorganización". Y nuevo ataque de risa, fruto de los nervios que aún nos traicionaban.

Cada vez más relajadas, y con los ojos entrecerrados, nos aplicábamos con delicadeza a nuestra tarea, echadas a su lado o inclinadas sobre su cuerpo, mientras sus manos se deslizaban por nuestros costados suavemente. Decidimos que teníamos que pasar directamente al siguiente nivel, sin completar siquiera una ronda de las fichas verdes. Las siguientes tarjetas nos invitaron a caricias y besos más íntimos, y en mi turno me tocó sentirme prisionera entre sus cuerpos, de cara a P. Era la primera vez que notaba mis pechos desnudos contra los de otra chica y me pareció muy excitante, pero sobre todo lo fue sentir contra mi espalda lo que eso le provocaba a él. En su turno, tuvo que despojarse del slip y dejar que cubriéramos su zona púbica de besos evitando rozar su miembro, que parecía a punto de estallar.

Aún provistas de tanga, liguero y medias de rejilla, inclinadas como gatitas a punto de saltar sobre él, nos descubrimos los tres admirando nuestra imagen reflejada en el espejo. Era una visión en absoluto pornográfica,. Por el contrario, resultaba muy erótica y excitante, gracias a los complementos, las luces tenues y el brillo de nuestras pieles sudorosas. Continuamos absortas e inmersas en el juego, de espaldas a la puerta.

De repente noté una caricia en mi espalda. Me di la vuelta sobresaltada. No me había percatado de que una chica de mirada felina, alta y morena, con un vestido bermellón satinado, había traspasado el umbral mientras su pareja nos observaba desde el pasillo, dejando hacer a su emisaria. Con una sonrisa le hice un gesto de negación y acerqué mi mano a la puerta para indicarle que deseaba cerrarla. Me miró interrogadora, y retrociendo sin volverse cerró ella misma la puerta para devolvernos nuestra intimidad. No entendí en ese momento las miradas de los otros dos.

- "Deberíamos poder cerrar esto, así no hay quien se relaje"
- "Pues llevaban ahí un rato..."
- "El chico era muy guapo..."
- "¿Lo viste? Yo solo vi a la chica, era muy guapa..."
- "Podías haber dejado que entrara..."
- "¿Eh?"

En ese momento me percaté de que venía con una idea fija en la cabeza y de que me había cerrado en banda a la posibilidad de nuevas experiencias, pero es que ya lo que estábamos viviendo me parecía demasiada novedad para mi sobrepasada capacidad de transgresión...

- "Bueno, no era el momento, ¿no creéis? Qué lanzados sois, yo no lo soy tanto, desde luego. Ni me lo planteo siquiera. Bastante complicado es esto con nosotros tres ya, como para meter a más gente. ¿Tú sabrías qué hacer con ellos? ¡Pero si no sabes que hacer ya con las manos y con nosotras dos a la vez! Y aquí no cabe otra pareja..."
- "Tienes razón, no habría sido buena idea, ¿y si seguimos con lo nuestro?"
- "¿Es que no hay forma de cerrar esta puerta? El pestillo está roto... ¿Y si pasamos el pañuelo de seda por los dos agujeros y lo anudamos?"
- "Buena idea, ¡es perfecto!"

Solo así conseguimos distendernos completamente, disfrutar en la medida de lo posible de nuestros cuerpos y salvaguardar de miradas ajenas esa hermosa escena cuya impronta aún tengo en mi memoria: las dos de espaldas al espejo y de rodillas sobre el diván, giradas para poder admirar y retener nuestra imagen, adornadas con nuestros escasos complementos, con el pelo recogido en lo alto con algún mechón rebelde cayendo sobre nuestra frente o nuestros hombros, mientras él nos miraba fascinado, sentado entre nosotras y atando nuestras cinturas con sus brazos. Nos dedicó una sonrisa a cada una de nosotras y besó alternativamente nuestros vientres con delicadeza.

- "Me parece una imagen hermosa..."
- "Sí, a mí también."
- "Gracias, chicas; gracias, gracias, gracias..."

Cuántos intentaron abrir sin éxito la puerta para espiarnos durante la siguiente hora, nunca lo supimos. Si lo hubieran podido ver, habrían sentido envidia. Seguro. Con cierta vanidad, nos dimos cuenta de que de alguna forma fuimos la sensación del local esa noche; nosotros, los recién llegados, los inexpertos, los novatos. No fuimos conscientes de ello hasta mucho más tarde, en el baño de burbujas.

Posts relacionados:




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios